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Esperanza Martínez Romero: "La ciencia es maravillosa y debería estar al alcance de todos"

La clave para alimentar a una población mundial en rápido crecimiento está en la capacitación de los pequeños agricultores y en el aumento de la productividad mediante la adopción de prácticas sostenibles. Para enfrentar este desafío, la profesora Esperanza Martínez Romero aprovecha el poder de las bacterias beneficiosas para mejorar la salud de las plantas. En 2020, recibió el, representando a América Latina, en reconocimiento a su trabajo pionero en el uso de bacterias respetuosas con el medio ambiente para favorecer el crecimiento de las plantas y aumentar la productividad agrícola, reduciendo al mismo tiempo el uso de fertilizantes químicos. Sus significativos hallazgos para comprender el papel de las bacterias locales fijadoras de nitrógeno en el aumento del rendimiento de las cosechas, especialmente en los cultivos de cereales y leguminosas, contribuyen a la seguridad alimentaria mundial y a la mejora de la calidad de vida de los pequeños agricultores. Incluso podrían conducir a una reducción del uso de fertilizantes sintéticos, ayudando a proteger el medio ambiente y la biodiversidad. 

Todos vivimos en simbiosis con los microbios, pero generalmente se les ha ignorado en todos los ecosistemas", explica la profesora Martínez Romero. "Sólo recientemente se ha mostrado interés por la investigación sobre el microbioma

El nitrógeno es esencial para el crecimiento saludable de las plantas y se encuentra de manera abundante en la atmósfera; sin embargo, para que las plantas puedan "digerirlo" de manera eficiente, este elemento generador de vida necesita ser transformado por bacterias fijadoras de nitrógeno. La asociación resultante, o simbiosis, entre plantas y bacterias permite a la planta maximizar los beneficios del nitrógeno. México, el país de origen de la investigadora, le ha aportado un gran material para sus investigaciones gracias a su rica diversidad vegetal. La profesora Esperanza Martínez Romero se ha centrado especialmente en dos de los cultivos más importantes de su país: el frijol y el maíz, explorando la interacción entre las plantas y las bacterias a nivel molecular. Uno de los objetos de su estudio ha sido la relación simbiótica entre la bacteria rhizobia y las plantas leguminosas que la albergan, como el frijol, mediante la cual las bacterias se nutren de las raíces de las plantas y les proporcionan nitrógeno a través de los nódulos radiculares. Su objetivo es entender cómo se comporta el genoma de las bacterias, para obtener una visión completa del mismo, y conocer las implicaciones evolutivas del proceso de "transferencia lateral" por el cual las bacterias intercambian genes.

 

 

En 1991, descubrió que la cepa rizobium tropici podía aportar altos niveles de nitrógeno a las legumbres, las plantas más consumidas a nivel mundial, incluso en situaciones de estrés provocadas por la acidez del suelo, el contenido de metales o las altas temperaturas. Gracias a su investigación, el rizobium tropici se ha convertido en el inoculante preferido de los agricultores de muchos países. Además, a lo largo de su distinguida carrera, la profesora Martínez Romero ha realizado importantes esfuerzos para ayudar a los pequeños agricultores en el uso de los biofertilizantes, incluyendo la publicación de un manual práctico y la impartición de múltiples conferencias.

Esperanza Martínez Romero decidió ser científica gracias a sus padres. Su madre, directora de una escuela primaria en Ciudad de México, animó a su hija a que estudiara, mientras que su padre compartía con ella libros de zoología desde muy pequeña, inculcándole el amor por la naturaleza. Decidida de consagrar sus estudios académicos a la investigación biomédica, comenzó su actual andadura en el Centro de Investigación sobre Fijación de Nitrógeno de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde empezó su fascinación por los efectos beneficiosos de las bacterias en las plantas.

Su momento "Eureka" llegó cuando se dio cuenta del paralelismo entre la microbiota del intestino humano y la microbiota de las raíces.

Me di cuenta de que la evolución humana y vegetal viene impulsada por los patógenos, que las raíces son una valiosa fuente de alimento para sus microbios asociados y que los fenotipos bacterianos no son buenos marcadores taxonómicos. Conseguí mirar más allá de la fijación del nitrógeno como servicio ecológico con la idea de aprovechar las bacterias probióticas para promover el desarrollo de las plantas y los insectos.
Esperanza Martínez Romero

La profesora Martínez Romero describe su sueño científico como "la obtención, al fin, de bacterias que promueven el crecimiento de las plantas y controlan las plagas de insectos u hongos en los campos agrícolas", señalando al mismo tiempo las dificultades para trasladar con éxito los experimentos del laboratorio al campo. Asimismo, ha extendido sus líneas de investigación a la comprensión de las relaciones simbióticas entre ciertas bacterias e insectos nativos de México, como la cochinilla carmín, en las que las bacterias fijan el nitrógeno y permiten a sus huéspedes producir más vitaminas y aminoácidos esenciales. Más allá de esto, "me encantaría ver animales, como los peces, fijando el nitrógeno", añade. "Sería una forma más rentable de producir peces con mayores niveles de proteínas, beneficiosos para la salud humana".

Son muchas las colaboraciones que han enriquecido su trabajo, entre ellas su primera colaboración con la Universidad de Lovaina (Bélgica), con la que obtuvo una importante financiación y propició la creación de un programa de intercambio de estudiantes de larga duración. En la actualidad trabaja con investigadores de la Universidad Nacional Agraria La Molina de Perú con el objetivo de combatir la pobreza rural y aumentar la productividad en ambos países a través de un viaje colectivo que permita avanzar en el conocimiento de las relaciones mutuamente beneficiosas entre las bacterias y las plantas huésped.

Si bien los prejuicios de género en el ámbito laboral no han frenado a la profesora Martínez Romero, es consciente del reto que suponen las conferencias, los grupos de decisión y los comités de premios presididos por hombres.

Las mujeres en la ciencia son muy dedicadas, intuitivas y muy brillantes. Siempre que formo parte de una junta directiva, intentamos que haya un equilibrio de género entre los ponentes.
Esperanza Martínez Romero

La investigadora anima a las mujeres jóvenes a dirigir sus carreras hacia la ciencia, destacando que "en el laboratorio, no hay ninguna diferencia entre mujeres y hombres científicos". Precisamente, coordinó durante seis años el programa universitario de Ciencias Genómicas apoyando a sus alumnas y alumnos, y manifiesta su orgullo por los destacados éxitos de sus graduadas, tanto en México como a nivel internacional.

El Premio L’Oréal-UNESCO “La Mujer y la Ciencia” en la Ciencia renueva mi entusiasmo por la investigación y espero que anime a más chicas a entrar en el mundo de la ciencia; la discriminación de género no debería seguir determinando quién progresa en la investigación científica. La ciencia es maravillosa y debería estar al alcance de todo el mundo.
Esperanza Martínez Romero

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