íܱ

Es ahora: impulsemos un desarrollo sustentable y resiliente con el entorno

¿Cómo construir un modelo de progreso que no suponga una amenaza a la naturaleza y a nuestra sobrevivencia? Para nosotros es un imperativo erradicar el esquema desarrollo que atenta contra los recursos naturales de la región. Nuestro desafío es inequívoco: logremos la sustentabilidad en América Latina y el Caribe

Insertos en la acelerada vorágine del mundo, donde, además, vivimos actualmente atravesados por una crisis global sin precedentes, no siempre encontramos un espacio para detenernos y reflexionar sobre el eventual daño que nuestras acciones -individuales y colectivas- generan sobre el entorno. Nos dirigimos, casi autómatas, hacia la ambiciosa idea de progreso, sin cuestionarnos, acaso, si ese slogan coincide o no, con un modelo de desarrollo en armonía con los recursos que nos rodean: una excepcional trama de riqueza natural que, paulatinamente, estamos desmoronando.

La pandemia de la COVID19 ha intensificado diferentes problemas ambientales, sociales y económicos, como consecuencia del fortalecimiento de esquemas de desarrollo que se basan en la extracción acelerada de recursos naturales, casi siempre desalineados de la sustentabilidad de los territorios del planeta. Son estrategias que, desafortunadamente, incrementan la desigualdad social, impulsan la pérdida de biodiversidad, la fragmentación de los ecosistemas y la contaminación de los recursos básicos, como el agua y el aire. ¿Cómo revertir, entonces, este modelo de desarrollo? ¿Estamos a tiempo de construir un nuevo paradigma articulado con la biodiversidad?

Hace que la UNESCO, a través de su emblemático (MAB), trabaja con un profundo compromiso en la respuesta a esa pregunta. A nivel global, el MAB cuenta hoy con 714 en 129 países, 21 de ellas transfronterizas. Son sitios destinados a conciliar la conservación de la biodiversidad y la actividad humana, con toda su diversidad cultural, mediante el uso sostenible de los recursos. En nuestra región, .

Con una población de más de 100 millones de personas, las reservas de biosferas gestionan una riqueza amplia de ecosistemas--tales como tierras secas, manglares, zonas marinas, costeras e insulares, montañas, sabanas, bosques tropicales y humedales--y culturas, incluso los pueblos indígenas y afrodescendientes. Es tiempo de visualizar la interdependencia socio-ecológica de los seres humanos y el resto de la naturaleza antes de que sea demasiado tarde.

A raíz del cambio climático, por ejemplo, se espera que 17 millones de personas se vean obligadas a desplazarse en América Latina antes del 2050, intensificando la inseguridad e incertidumbre de la región. El abordaje de la biodiversidad, entonces, no es monopolio de un único sector, sino que le corresponde a toda la comunidad en su conjunto y atraviesa, también, todos los niveles de trabajo.

Es por esto que, cuando hablamos de biodiversidad en UNESCO, no solo nos referimos a áreas protegidas y a espacios verdes. Pretendemos alcanzar a todo el articulado que surge de la actividad humana, partiendo del agua que bebemos y el aire que respiramos, siguiendo por el clima, sus efectos, la seguridad alimentaria, y todo el entramado que constituye una economía productiva. Recorriendo una y otra vez este proceso es que llegamos a diseñar un concepto central para enfrentar al futuro: trabajar la resiliencia socio-ambiental, que es prioridad estratégica para la oficina de UNESCO en Montevideo.

Los sitios más biodiversos y ricos en recursos naturales coinciden con territorios donde UNESCO ha podido consolidar este esquema de desarrollo. Pero todavía existen demasiados ejemplos que aún se apoyan sobre un indeseable esquema de desarrollo. Es por esto que los principales desafíos del programa MAB en América Latina y el Caribe tienen que ver con lograr la sustentabilidad y alcanzar el progreso humano en armonía con la naturaleza. Nuestras vidas dependen de un único planeta y él, depende también de nosotros.

El tiempo es ahora. Tomémonos esa pausa. Detengámonos para reflexionar sobre lo que hacemos, cómo lo hacemos y hacia dónde queremos ir. Hagamos el esfuerzo colectivo de reconfigurar la relación de las personas con la naturaleza, promoviendo mejores prácticas sobre el manejo de los ecosistemas y recursos naturales y, sobre todo, generando alianzas de cooperación internacional que ayuden a repensar los modelos de desarrollo para alcanzar los ODS.

Hagamos eco de los buenos hábitos y pongamos de relieve las buenas experiencias que vemos dentro de las reservas. Son valiosísimas y están a nuestro alcance. Hagamos el esfuerzo por incluir esta perspectiva socio-ambiental dentro los currículos formales de los sistemas educativos para toda la sociedad. Hacemos colaboraciones con las organizaciones indígenas para incluir modelos de gestión territorial y conocimientos ancestrales basadas en experiencias acumuladas sobre generaciones. Involucremos a los jóvenes para impulsar su participación en este proceso tan natural como revolucionario.

 

Sigamos trabajando….

Feliz 50 aniversario, MAB.

 

Lidia Brito

Directora

Oficina Regional de Ciencias de la UNESCO

para América Latina y el Caribe