Incunables peruanos impresos en los siglos XVI y XVII


Año de inscripción: 2011
ID: 46/2011
Institution: Biblioteca Nacional del ʱú

Related Documents

Durante los tiempos iniciales de la ocupación española, fueron numerosas las ordenanzas que en América intentaron controlar y prohibir la introducción, el comercio, y la impresión de libros. Bien para modular las versiones referentes a los hechos de la conquista y el gobierno de los indios; bien para evitar la propagación de las ideas contrarias al dogma cristiano, las discusiones doctrinarias sobre el origen y la legitimidad del derecho, y aun la ingenua recreación que se buscaba en la lectura de las hazañas de los caballeros afamados por amparar a los débiles y oprimidos. Fue así en el virreinato del ʱú: empeñosa gesta que requirió el establecimiento de la imprenta en la Ciudad de los Reyes, a pesar de ser ella el centro de dominio hispánico en la América Meridional.

La España metropolitana se hallaba sujeta a censura para evitar la propagación de doctrinas heréticas; y el celo llegó a América hasta prohibir la difusión de las novelas de caballería. Pero nada pudo contener el funcionamiento de las prensas limeñas, al reconocer que sus trabajos eran imprescindibles para la organización del estado español en el ʱú, e inclusive para la evangelización y la aculturación de los pueblos nativos.

El primer taller tipográfico fue establecido en Lima clandestinamente pues a despecho de mediar una prohibición real, el impresor turinés Antonio Ricardo trajo sus implementos desde México; pasó angustiosamente la inspección de las autoridades portuarias, y gracias a la protección de los jesuitas, pudo instalarlos en una amplia estancia del Colegio Máximo de San Pablo. Pero todo quedó inmovilizado mientras los sacerdotes interponían sus auspiciosas instancias ante los personeros gubernativos y respaldaban al desvalido impresor. Pasaron largos meses subsistiendo gracias a eventuales encargos, así mismo discretamente movió sus prensas para reproducir estampas y naipes que él mismo grababa. Finalmente, llegó la orden Real que autorizaba el aprovechamiento del taller para imprimir la Pragmática de Gregorio VII sobre la reforma del calendario. Después de la muerte de Antonio Ricardo, en 1605 su taller fue adquirido por Francisco del Canto, originario de Medina del Campo, quien había viajado al ʱú en 1586 con ánimo de oficiar la venta de libros: condujo el taller hasta su muerte.